Rafa Peiró
Consultor y Mentor. Diplomado Profesional en Mindfulness. Director de "Talentos en Equipo". Autor de los libros "Inteligencia Temperamental" y "Reflexionar es Avanzar".
La tecnología y la ciencia avanzan, pero…¿y la humanidad?
Vivimos en una era donde lo inmediato parece haberse convertido en el valor más codiciado. La tecnología nos ha traído posibilidades ilimitadas, pero también ha generado una paradoja: cuanto más rápido obtenemos y logramos todo, menos tiempo dedicamos a reflexionar, profundizar o decidir con propósito. En lugar de comprometernos con nuevos aprendizajes, retos y compromisos con la mejora de la sociedad, hemos caído en una especie de hipnosis tecnológica disfrazada de comodidad.
Nos hemos acostumbrado a vivir en piloto automático, saltando de estímulo en estímulo, dejando de lado aquello que precisa de una atención sostenida, como el diálogo auténtico, la introspección o la empatía plena. Esto no solo afecta a nuestro crecimiento personal, sino también a nuestras relaciones y a nuestra capacidad de discernir entre el sentido común y el disparate, entre la verdad y la mentira, apellidada actualmente como posverdad.
No parar a «darnos cuenta de la vida», es una renuncia silenciosa al potencial que llevamos dentro.
No es fácil mantener un discurso que se salga de las costumbres y disciplinas establecidas por nuestro entorno más cercano, se nos ha quedado grabado a fuego que en tiempos pretéritos «ser expulsados de la cueva» significaba la muerte segura.
«Hemos heredado de nuestros ancestros la necesidad de que la tribu nos acepte».
La fuerza del «contagio emocional» y las «neuronas espejo» hace difícil, más en el actual mundo globalizado donde todo va muy rápido, mantener un criterio propio. En determinados entornos se convierte prácticamente en «Misión Imposible», pues somos absorbidos y mimetizados por directrices, costumbres y modas establecidas. Para salir de ese círculo tan poderoso se ha de actuar no de forma individual sino colectiva. ¿Cómo? Por ejemplo, trabajando conjuntamente en la construcción de nuevas formas de pensamiento, abriendo la mente más allá «de colores», dando prioridad a opiniones congruentes y con sentido común.
«Dejarnos arrastrar por contradicciones y consignas establecidas, desemboca en que nos convirtamos en observadores pasivos de los problemas sociales y éticos, lejos de movilizarnos exigiendo soluciones».
Aunque creamos tener casi todo bajo control en nuestro día a día, la parte inconsciente del cerebro es mucho más compleja de someter. Tanta «represión de pensamiento» no puede permanecer latente en todo momento, ha de tener una vía de escape. Lo que ocurre es que la creciente tendencia al sometimiento de la sociedad actual a práxis «Orwellianas», hace que nos pasemos de frenada en escenarios como las redes sociales, que echan humo tóxico y destructor a raudales, o lo que es peor en altas instituciones públicas que entran en disonancia con algunas de sus funciones principales, como mantener reglas de equidad, convivencia, respeto y diálogo abierto.
El “cocktail” nocivo de lo inmediato y la saturación informativa.
La sociedad actual ha normalizado una vida llena de ansiedad y estrés, a menudo como consecuencia de la constante demanda a nuestra atención por parte de interminables estímulos. Un minuto viendo un vídeo parece eterno, y detenerse a leer algo más profundo resulta casi impensable. Esta saturación de inputs machacando nuestra mente, no solo desgasta nuestra capacidad de atención, sino también nuestra habilidad para reflexionar críticamente.
Estudios sobre el impacto de la multitarea digital han demostrado que, lejos de hacernos más eficientes, nos vuelve más dispersos y menos productivos. El cerebro humano no está diseñado para procesar información a esa velocidad y las consecuencias de hacerlo de manera continuada no aportan nada bueno ni a nuestra vida ni a nuestras relaciones. La constante búsqueda de gratificación instantánea mina nuestra concentración, nuestra paciencia, nuestra creatividad, nuestra iniciativa, nuestra eficiencia y nuestra salud, tanto física como mental.
Estamos perdiendo la capacidad de estar presentes, y con ello, la posibilidad de transformar nuestra vida y nuestro entorno «a mejor”.
Esta sobrecarga de información tiene un impacto profundo en nuestra sociedad. Nos encontramos inmersos en una avalancha de noticias que apenas tenemos tiempo de procesar, aparece un escándalo y antes de asimilarlo ya hay otro que lo reemplaza. Esto disminuye considerablemente nuestra capacidad de exigir responsabilidades y perpetúa comportamientos negligentes o corruptos. Al estar tan ocupados y distraídos en medio de tanta vorágine, las exigencias y movilizaciones pertinentes para impedir tal despropósito, se diluyen entre tanto ruido mediático cada vez más intervenido y manipulado.
Reconectar con lo esencial: una llamada al cambio.
La superficialidad y la falta de ética se están normalizando porque hemos dejado de valorar lo esencial: el respeto, el compromiso y la calidad de nuestras relaciones, entre otras cosas. Cada vez dedicamos menos tiempo a la gente que nos importa y ni siquiera somos conscientes de ello.
La tolerancia hacia quienes piensan diferente está bajo mínimos, a la vez que la voluntad de trabajar en equipo por el bien común brilla por su ausencia. Las conversaciones y debates interesantes van siendo reemplazados por mensajes rápidos que buscan acciones inmediatas, las reuniones en familia y con amigos se dan cada vez en menor número. Mientras, por contra, ampliamos el tiempo de “pantalla contemplativa” haciendo scroll. Hay más afán de mostrar que de abrazar y más ganas de figurar que de mirarnos a los ojos.
Pero esta tendencia no es irreversible. Necesitamos ampliar “momentos de vida” para escuchar, dialogar y reflexionar, actuando con propósito sano. Es fundamental encontrar tiempo para desconectar de la saturación digital y volver a conectar con lo humano. Hay que perseverar en dedicar unos minutos diarios a la introspección, al aprendizaje consciente o al simple hecho de disfrutar de la compañía de otros. Tengamos claro que poseemos capacidad a raudales para abrir caminos que aumenten nuestro tiempo de equilibrio y de bienestar, pongámonos a ello.
«La esperanza no se encuentra en el futuro, sino en cada decisión que tomemos hoy».
Me parece muy lucido,
me lo he leído entero.
Es la entrada para un nuevo libro,pero ya sabemos como son las editoriales,los puestos de venta y los lectores.
Inexistentes tod@s
Lo que mas me sorprende de todo el articulo. LA AUSENCIA DE ESTAR PRESENTE
Unas muy buenas reflexiones del amigo compañero y maestro Rafa Peiro.
Siempre aportando claridad a la complejidad del ser humano y su forma de relacionarse con lo que le rodea.